Comenzamos el segundo módulo del Posgrado en los Malestares de Género poniendo sobre la mesa las metodologías feministas y, en especial, la Investigación – Acción Participativa Feminista, la metodología sobre la que enmarcamos el trabajo realizado desde hace más de 30 años en la Asociación de Mujeres para la Salud y nuestro Espacio de Salud Entre Nosotras, desde el que desarrollamos nuestra teoría.
Hemos comenzado la sesión con la clase magistral de Fátima Arranz, que nos ha introducido desde un punto de vista teórico en las metodologías feministas y nos ha guiado hacia un análisis sobre su existencia y su necesidad.
Tratar las metodologías feministas nos parece un apartado especialmente importante en el marco de nuestra formación en género. Desde un primer momento nos hemos planteado una formación integral, en la que toda la materia que impartamos tendrá el objetivo de facilitar las prácticas de las profesionales que trabajan con mujeres y por lo tanto debemos enmarcarla tanto en un contexto práctico como en un contexto teórico.
Por eso, comenzamos el primer módulo ofreciendo una base sobre los fundamentos del patriarcado y del feminismo, analizando también todos aquellos elementos simbólicos que legitiman y perpetúan el poder dominante patriarcal y los mandatos de género. Una vez puesto sobre la mesa este amplio marco conceptual, debemos analizar cómo hacemos lo que hacemos. Es aquí precisamente donde entran las metodologías feministas, que nos permitirán pasar de la idea a la acción.
¿Es realmente importante una metodología feminista?
La respuesta es indudablemente sí. Lo que conocemos como valores universales, entendiendo por universal lo válido para todas las personas, son valores masculinos. Estos valores están ajustados y perpetuados desde un concepto patriarcal y androcéntrico de la sociedad, que marca tanto el sistema dominante como el poder simbólico. Una manera de naturalizar esta idea de poder es precisamente este planteamiento de lo masculino como algo universal, que define y determina tanto lo masculino como lo femenino, y por tanto el método científico del que las mujeres estamos excluidas.
Si analizamos las ciencias y las teorías desde una metodología únicamente masculina, dejamos fuera a la mitad de la sociedad, y damos una visión sesgada de la realidad. Un ejemplo claro lo ofrece la medicina: todos los avances médicos han sido investigados y desarrollados sobre la anatomía masculina. El resultado es que las mujeres estamos peor diagnosticadas, porque nuestros cuerpos no responden de la misma manera ni a las enfermedades ni a los tratamientos; hipermedicalizadas, porque suplimos las carencias en los avances médicos sobre nuestros cuerpos con una mayor medicalización; e incluso están patologizados procesos naturales que nos son propios, como la menstruación o la menopausia.
La Investigación – Acción participativa feminista
El feminismo deja patente el androcentrismo en la ciencia. El supuesto de la observación del mundo ha estado siempre dominado por el modelo heteropatriarcal: un hombre blanco, de clase media alta, occidental y heterosexual. Es necesario introducir otros elementos que no respondan a este modelo único del varón.
Desde los estudios feministas se plantea entonces cuál sería el método más adecuado para poder trabajar y hacer feminismo. La respuesta no es sólo una: cada organización, cada investigación, elige aquellos métodos que se ajustan más adecuadamente a sus objetivos, su cultura…
Por eso, Alicia Gil nos introduce específicamente en la Investigación-Acción Participativa Feminista, la metodología con la que hemos trabajado desde hace más de 30 años en la Asociación de Mujeres para la Salud y el espacio de salud Entre Nosotras. Nuestro objetivo con esta metodología no es otro que mejorar la vida de las mujeres a través de una evaluación permanente (investigación – acción) en la que participan todas las mujeres que pasan por nuestro centro, cada una con su experiencia propia, e incorpora una perspectiva feminista que nos permite conseguir que se eliminen los malestares de las mujeres, mejore su salud y logren un empoderamiento para que, a su vez, puedan influir en su entorno.
Esta metodología es la que ha permitido a las profesionales que trabajamos en la Asociación de Mujeres para la Salud teorizar nuestra práctica diaria. A través de ella Soledad Muruaga y Pilar Pascual, como coautoras, dejaron nuestro testimonio en el manual que recoge la terapia con la que trabajamos con las mujeres del Espacio de Salud Entre Nosotras, La salud mental de las mujeres: la Psicoterapia de Equidad Feminista. Y a través de esta publicación logramos crear la Escuela ESEN y trasladar nuestros aprendizajes a todas las alumnas. Algo que no hubiera sido posible sin una metodología feminista que nos lo permitiera.